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domingo, 20 de octubre de 2019

Presentación del libro "El estampido fatal de la esperanza" de Laura Martínez Coronel







El jueves 17 de octubre de 2019 se presentó el libro "El estampido fatal de la esperanza" de Laura Martínez Coronel. La presentación se realizó en la Casa del escritor del Uruguay, ubicada en el subsuelo del Mercado de la Abundancia, en el centro de Montevideo. 




Laura Martínez Coronel nació el 27 de abril de 1965 en Melo, departamento de Cerro Largo. Es periodista, poeta y ensayista.

Ha publicado Eclipse de mar y sangre (1998); El tiempo de la lluvia (1999); En la piel de un relámpago (2001); El sueño de Andrea (2007); Una bandada de dados (2011), Sólida en el incendio (México, Ed. Sediento 2012); Archipiélago de nadie (México, Ed. Sediento 2015);  Un bosque por dentro (2017); Toda alegría es imposible (México, Ed. Dark & Glow Press 2018).


Su último libro, El estampido fatal de la esperanza, fue publicado en agosto de 2019, en Rosario, provincia de Santa Fe, por la editorial CR Ediciones.

Los textos reunidos en el libro, fueron anteriormente publicados en la revista uruguaya Caras y Caretas. Son descritos por la autora como crónicas de vidas y hechos reales. 

El escritor y periodista Elbio Rodríguez Barilari, en el texto que acompaña al libro, afirma que Laura Martínez Coronel "está entre las personalidades literarias más interesantes que Uruguay le lleva dadas al siglo XXI. Poeta, periodista, docente, traductora, conferencista y practicante del casi olvidado arte de la narración oral, Laura es además mujer y madre, lo que en la claustrofóbica realidad de la cultura nacional, le agrega matices heroicos a la carrera de esta multitalentosa figura. Como otras individualidades dignas, poco amigas de las meticulosas coreografías al uso en el sistema feudal de las letras nacionales, Laura se ha ido creando sus propios circuitos, sus propios territorios y mapas. Tres de sus libros, nada menos, han sido publicados en México, país en el que disfruta de un respeto y consideración difíciles de encontrar en la patria diminuta. Nacida en Melo, Laura ha vivido y trabajado en su departamento y en otras zonas que no son Montevideo durante gran parte de su vida, lo que ha colaborado para que su carrera sea excéntrica y orejana, independiente de los oropeles y caireles del mundillo letrado capitalino.
La literatura de Laura Martínez Coronel es de una mujer en fricción con la realidad. Y Laura exorciza esa realidad mediante la palabra a través del flujo, el desborde. Cuando la realidad se niega, se cierra, se hace parca, Laura le responde con un torrente".






 
Para la presentación de su libro, Laura me pidió que escribiera un texto y así lo hice, y es el texto que aquí publico:




A Laura la conocí en setiembre de 1990, cuando con un poeta amigo, fui a Melo a hacer una lectura de poesía. Con muy poquitos medios, conseguimos organizar el recital poético. Fuimos a las radios y a los canales de televisión, y pegamos por algunos comercios del centro un cartel. Y hasta la intendencia nos prestó una sala para hacer la lectura. Cuando llegamos esa tardecita a la puerta de la junta, estaba allí esperándonos, Laura y una amiga.

Muchas veces conté esa aventura de ir tan lejos a leer poesía, que de a poco se transformó en una historia oral, hasta que una amiga me dijo: ¿por qué no escribís una novela?
Y en 2015 empecé, y aunque ya están completados todos los capítulos, aún continúo reescribiéndola.
Lo que aparece al comienzo del texto que leí en la presentación, es un fragmento de un capítulo de mi novela El viaje (El sol es verde), en el que Wagner y Facundo, los dos personajes principales, llegan al local de la intendencia para leer poesía, y se encuentran con dos muchachas que fueron a escucharlos.


“Los dos amigos emprendieron el camino hasta el centro. El sol, amarillento, empezaba a ocultarse detrás de las casas bajas. Cuando llegaron a la puerta de la junta departamental, donde iban a dar la lectura de poesía, se encontraron con dos muchachas que los estaban esperando. Facundo, agitado de caminar tan rápido, demoró en percatarse de que una de ellas era Julia, la muchacha con la que estuvo conversando en la puerta del liceo. La acompañaba la amiga que ella había prometido invitar.
Julia, con timidez, saludó a Facundo y luego le presentó a su amiga. 
—Hola, me llamo Inés— dijo la muchacha.
Era de la misma altura que Julia, pero con el pelo más claro. A Facundo le llamó la atención su sonrisa, con los labios apretados, que le daba a su rostro un aspecto bondadoso.
—Tu amiga me contó que vos escribís poesía —le dijo a Inés.
Julia lo miró, curiosa.
—Sí, me encanta. Tengo poemas como para armar varios libros —dijo Inés, con una gran sonrisa.
—No podemos parar de escribir —dijo Facundo, riendo.
Wagner se disculpó, nervioso, y entró al edificio, dejando a su amigo hablando con las dos muchachas.
Inés tenía un poco de barriga a pesar de ser menuda y eso llamó la atención de Facundo.
—¿Estás embarazada?
—Sí. Recién se me está notando la panza —dijo algo sorprendida.
Facundo se quedó mirando la incipiente barriguita.
—Va a ser nena —dijo muy seguro.
Inés abrió muy grande sus ojos.
—¿Cómo sabés?
—Es un presentimiento —dijo con aire místico.
Las dos muchachas rieron.
—Te felicito. Vas a tener una nena —le dijo Julia, abrazándola.
El muchacho sonrió.
—Julia me contó que sos de la capital. ¿Hasta cuándo te quedás?
—¡Qué buena pregunta! —dijo Facundo, rascándose la cabeza—. Lo más probable es que nos vayamos el fin de semana —aventuró, guardándose los detalles de cómo pensaban regresar. Tal vez tendrían que salir a la ruta a pedir que alguien los llevara, imaginó.
Wagner apareció en la puerta y llamó a Facundo. Este se disculpó con las muchachas y comenzó a moverse hacia la entrada del edificio, cuando Inés lo tomó de una manga de la campera.
—Esperá, no te vayas. Tomá mi teléfono.
Facundo rió, con la manga de la campera estirada.
Guardó en un bolsillo el papel con el número de teléfono que le pasó Inés y salió corriendo hacia la puerta.
—¡Nos vemos adentro! —le gritó a las gurisas.
Inés y Julia sonrieron y dieron a entender que en un ratito entrarían a escucharlos recitar poesía”.
 


 Con Laura Martínez Coronel, en la presentación de su libro.




Allí comenzó una amistad, que no supo de diálogos, ni cartas, ni llamadas telefónicas, porque después del recital nunca más nos volvimos a ver, hasta hace unos pocos años.
Pero, como un cordón dorado que viajaba por debajo de la tierra, estuvimos unidos por el recuerdo. Por ese fugaz momento de nuestras vidas, en que Laura me escuchó leer mis jóvenes y desgarrados poemas.
Y es curioso que nos hallamos vuelto a encontrar en la presentación de un libro de poesía de otra poeta amiga: el Canto rojo, de Melisa Machado, a quien también conocí por eso años cuando empecé a escribir notas sobre cultura.
Y como si nuestra historia estuviera contenida en una libreta finita, aquí estamos los dos, escribiendo en una nueva hoja.
¿Qué tenemos en común ambos, Laura y yo, en nuestra escritura?
Quizá la frontalidad. Cierta aspereza de los telépatas que sólo pueden emitir su pensamiento. Idea esta, que encontré hace muchos años en un cuento de ciencia ficción donde esta variedad de telépatas (que no pueden leer la mente de los demás), son condenados a vivir en la marginalidad. La razón es sencilla: uno no puede situarse a un lado de un telépata emisor sin percibir qué es lo que está pensando y por lo tanto, es imposible que de ese contacto uno no salga afectado.




Fotografías de Luisina Raffo que ilustran el libro El estampido fatal de la esperanza.


No es que Laura llegue a esos niveles extremos, claro está, pero utilizo la comparación con ese relato fantástico para referirme a su sinceridad y a su franqueza al escribir lo que siente y lo que piensa.
Intuyo que quizá algo de la herencia expresionista de las vanguardias del norte de Europa, o del existencialismo de posguerra, formen parte de las influencias que configuran el estilo de Laura, y que se aprecian en su manera de comunicar sin tapujos, sus ideas sobre el dolor, sobre la ingratitud o sobre la injusticia.
Regiones de los mapas que ocultamos, como si fueran páginas pegadas entre sí por la censura. Topografía de la realidad que no queremos ver.
Por supuesto que Laura, que ha tenido la alegría de haber traído al mundo a sus ocho hijos e hijas, sabe contarnos de la belleza de la vida, de lo maravilloso de ser consciente, de respirar el aire limpio de una tarde de lluvia de primavera.

En un principio, al leer el libro de Laura, tuve una asociación, y no la reprimí: me recordó a los relatos de Perico, de Juan José Morosoli. Quizá el aire melancólico, que habla del paso inevitable del tiempo, que desvanece, no sólo, el sufrimiento, la tristeza, la injusticia, sino también, la alegría de un jardín florido, de una huerta en su esplendor verde cargada de frutos de colores brillantes. El tiempo y la soledad del individuo: sea la niña de un circo, sea la persona que escribe una carta en la estación de un subte, lejos de su país natal, o el niño que se llama a sí mismo Lilith, la primera mujer.
Laura siente, percibe, y con su habilidad y práctica de malabarista, nos lo cuenta en la corriente de sus palabras.

El día que me pidió que presentara su libro, conversamos un rato por teléfono. Le pregunté cuántos hijos tenía y me dijo que ocho. Durante esa charla me volvió a contar (ya que no recordaba muy bien la breve charla que tuvimos en 2013), que la niña que crecía en su interior y que, como un aprendiz de mago, adiviné en aquella tardecita, se llamaría Circe. La hechicera, hija de Apolo, que consiguió retener en su isla, por un año, al viajero Odiseo.
En aquella charla telefónica, Laura dejó entrever la complejidad de la vida de una madre, que no sólo debe preocuparse por el destino de su propia vida, sino también del de sus hijos. Le dije que podía entenderla, y fiel a mí, imaginé una metáfora: una rama delgada de árbol (quizá un álamo de Lombardía, alto y fino), en cuyo extremo se agitaban por el viento, sus hojas. Le dije a Laura que así, pensaba, se debía sentir ella por sus hijos.
Esta imagen, me dijo, le gustó mucho, y por eso la agrego a este relato. Porque en verdad no es casual que haya apelado a ella para tratar de esbozar la sensibilidad de Laura, y contársela a ustedes. Muchas gracias".









En el Taller de Jar se encuentra el índice de las notas publicadas en El País Cultural.



Gracias por leer.